domingo, 29 de marzo de 2009

Cesare Pavese y las mujeres caóticas.

Hoy, domingo sin más y sin menos, cohabitan en mi cabeza tres sensaciones que se revuelcan en una misma cama.

Suena Deftones, "Change" (in the house of flies) para ser más exactos. Sobre una montaña de pétalos y tallos, en lo que bien pudiera acabar siendo un estercolero de rosas, Césare Pavese grita "Uno no se mata por el amor de una mujer. Uno se mata porque un amor, cualquier amor, nos revela nuestra desnudez, nuestra miseria, nuestro desamparo, la nada." A su lado sobre una BMX roja, una chica caótica, enfermiza, sentimentalista, inconforme, y con los labios rojos, pedalea sin mirar atrás, como si ya no hubiera mañana.

Este es mi domingo, y me da a mi que va a traer cola...

domingo, 22 de marzo de 2009

La almohada que me robó a mi padre.

Papa siempre solía decir antes de irse a la cama: "escucha a tu almohada antes de dormirte, ella lo sabe todo sobre todas las cosas del mundo". Que manera más brillante de condicionarme a ser un helecho triste, una persona autodestructiva. ¿Realmente creyó que con rotundidades como esa iba a forjar a un individuo reflexivo?¿Realmente se le pasó por la cabeza que con esa excusa tan inerme iba a propiciar que desde la niñez, este tipo adoptara la costumbre de usar a un trozo de esponja cubierto de tela blanca como ente imaginario y ubícuo, para desahogarse, para resumir sus días, para mirarse por dentro y aprender del error, para cultivar su vida personal y mejorar así su relación con todo aquello que le rodea, para partir del autoconocimiento de uno mismo como inicio de la meta del conocimiento del universo?

El resultado, como pueden apreciar, es la ingesta inadecuada, tumultuosa y en precipicio de cantidades desmesuradas de poemas, drogas y hojas de otoño.

Creaste la predisposicón a una de las certezas más tristes e indolentes del universo: la vida está repleta de ventanas y necesitada de arrojo para asomarse en pijama y recien levantado. Es como esa imagen recurrente en sueños donde un cura de mueca perversa manda poner ojos de buey en los ataúdes para que los muertos puedan ver la tierra que los aplasta si deciden despertarse. Pura paradoja.

Papá, la cagaste. Puta almohada y puta la madre que la parió. He malgastado los mejores secretos de mi vida llorándole a una tela blanca cuando bien debería habértelos confiado a ti justo antes de irnos a soñar. He desparramado por una ladera del tiempo, he despeñado por un precipicio feo y malogrado todos y cada uno de los dieces que saqué en historia, de las medallas que gané en los carreras del pueblo, de los gorriones que encontré malheridos junto a los restos de nidos de golondrinas.

Me he desperdiciado. Joder, has creado de mi un monstruo con tan solo una frase.

Imaginas lo que hubiera sido, tú con una copa de vino, yo con un vaso de leche. El cielo estrellado de nácar como collares de diamantes sobre cuellos de lindas mulatas. Y yo contándote todos los misterios que la vida me iba desvelando y todos aquellos que se empeñaba en seguir escondiéndome. ¿Lo imaginas? No creo que puedas, tú terrible idiota mío.

Lo que querías conseguir y lo que conseguiste son como días de playa jugando al voley y días de lluvia tras la ventana cocinando espaguettis sin atún en contraposición. Has conseguido cadáveres de mariposas, ya ni siquiera te digo gusanos de seda. Flores de plástico con olor a trastienda de almacen chino. Manojos de llaves que se atrancan, donde ninguna sirve. Mirillas borrosas.

Así creas un tipo discente en sus propias inseguridades. Es penoso esconderse, pero peor es hacerlo y no creerse que se hace por miedo. Sí, es muy jodido llegar a esa conclusión, que todo está lleno de ventanas, pero que no sirven, que nos quedamos encerrados en nuestras casas, esos ataudes con ojos de buey y no esas moradas donde sanarse y reponerse para volver a salir a la calle a herirse desafiantes, alegres y completamente rojos, que es lo que bien debieran ser.

Después de este torbellino de frases, si me paro a analizar fríamente la sensación de naufragio dentro del vientre, llego a la conclusión de que he de sentirme afortunado. Algunos amigos ni siquiera tuvieron frases rotundas antes de irse a la cama. Algunos de ellos jamás tuvieron un padre con valor para equivocarse.

*Cuantos más libros devoro mayores son las ganas de permanecer callado o de seguir escribiendo, lo cual viene a ser la misma tristeza pero con distintos zapatos. Mi padre siempre fue un valiente, y gracias a dios sólo lo recuerdo equivocándose a la hora de elegir el color de la pintura de las paredes de mi habitación cuando era bien pequeñito. Todo lo anterior es producto de la ficción y de mis relaciones paranormales, ultimamente, con cantidades anormales de mujeres carentes de la figura paterna, que no hacen otra cosa que abrir ante mi un universo indescriptible de posibilidades dentro del psicoanálisi que me invento porque me sale de los santo cojones sin leer a Freud más de lo necesario. Todo esto atormenta dulcemente mis entendederas, me hace sudar de placer, sumergirme en el lucidamente tarado Jodorowsky, y cortarme las venas con los cantos de Rayuela, una vez más.

viernes, 20 de marzo de 2009

Letras salvajes.

Acabo de terminar "Los detectives salvajes". Parece que el mismísimo Lynch me hubiera follado todos los espacios intercostales uno a uno, en toda su longitud, de esternón a vértebra. Tengo el pecho como hendido, palidecido por una respirazión forzosa y azarosa, me falta oxígeno, mis células son desiertos mejícanos, mis ojos cráteres lunares. Creo que me sabe la piel a pulque. Me duele entender todo y a la vez tener el sabor de una resaca podrida y seca, dónde uno deja de entender por miedo a darse asco. Con todo esto quiero decir que...joder, me estoy perdiendo. Ah sí, quiero decir que la mayor parte del tiempo es mejor un buen párrafo a una buena paja, o una buena frase a un besito en la nuca, porque si es un besito en el glande, que ardan todos los libros en el jodido infierno.

No se si me entiende. La verdad es que no se si yo mismo me entiendo. Es lo que tiene terminar un buen libro, que parece que a uno le hayan roto el corazón.

martes, 17 de marzo de 2009

Mascotas. Bibliotecas.

No recuerdo dónde fue, en qué dial. La verdad es que ni siquiera estoy seguro de que fuera realmente en la radio. Lo más probable es que se trate de un pedazo de cualquiera de mis conversaciónes con el subconsciente o con Paco, el dueño de la Tasca flamenca de calle estrecha. Bien podría tratarse también de palabras estrujadas a cualquier naranja de media mañana, de porciones, de cualquier aledaño de un sueño, de alguna de las diatribas con mi mohosa almohada. No se de dónde cojones lo he sacado pero...

"La riqueza de un país se mide en base al número de mascotas. Es una relación directamente proporcional ya que cuanto mayor es el número de mascotas, mayor es el indice de riqueza de dicho país. Sin embargo, en estos tiempos de recesiones, crisis, curvas descendentes y corazones en déficit hemoglobínico-orgásmico-poético, cuánto mayor es la necesidad material, cuanto mayor es el agujero y menor el bolsillo, más lagartas, perras, zorras y víboras salen del escondrijo".

Y en EEUU la gente colma sus insatisfacciones abarrotando bibliotecas, soñando y jugando a ser feliz, huyendo en estampida detrás de los libros para inventarse aquello que no tiene y olvidar lo que nunca tuvo ni tendrá. esto sí lo he leido en el periódico. Apenas quedan asientos libres. Un vagabundo con un cartón de vino en una mano, una pipa de crack en la otra y el propio crack merodeando aún su frente, sus pulmones, sus desidias, despliega "Más platón y menos Prozac" sobre la robusta mesa de aglomerado en cualquier lugar de Nebraska. Imagínense...

Sí, definitivamente adoro esta crisis. Adoro la crisis que nos presenta la víscera más pura, la no mancillada, el hombre desnudo que busca la escapatoria en si mismo a través de los demás, valiéndose de su capacidad para soñar y perderse entre las nieblas del "no existo más, no me da la puta gana de hacer como que sigo respirando".

Relindas crisis cuando llenan la sangre de poesía y el pecho de lirismos, aunque sea poesía triste, aunque sea lirismo excelso y tremendamente otoñal, eso es lo de menos en estos casos, qué más da eso. Lo que realmente me preocupa es saber que las calles están llenas de víboras dispuestas a mancillar con veneno el único gajo de sangre pseudoimperturbable que nos queda: el poder de la imaginación, el inconmensurable delirio que supone creernos otros para seguir viviendo ajenos al sufrimiento, o vivir sin sentirnos viviendo...qué maravilla más triste.