miércoles, 22 de abril de 2009

Ranchera

¿Saben de esas rancheras americanas descubiertas por atrás? Pues ellos lo hicieron allí, en el desierto, y se arroparon con mantas y besos a la noche, y con algo de cráteres lunares también, por qué no decirlo. Y cuando se dieron cuenta el amanecer ya estaba anegándolo todo como una riada brava y salvaje, la arena, los cactus, hasta las sienes.
Y entonces, o mucho antes (ya el tiempo dejaba de tener sentido, importancia o baremaciones coherentes), se dieron cuenta de que lo suyo era técnicamente imposible, literalmente inviable, premeditadamente inconcebible. Las piedras se regaban con su sudor y su puta lascivia enferma. Las serpientes rezaban para que les sapicara algo de semen y menos de pecado. El color naranja y el olor ocre, el sonido terroso y el tacto austero de la desolación. Las palabras dicharachero, cerveza fresca y 120 millas por hora. Pero sobre todo la sensación de vacío, de desapego, de "vuelta a empezar".
Que ambos sabían muchísimo antes de tocarse la piel o arrancarse las uñas, que todo aquello se llamaba revolcón taciturno, que todo lo demás era deforestación del deseo.
Que follarse sin entenderse, sin escucharse, era la mayor concesión de libertad que podían otorgarse en aquel árido rincón de sus destinos.
Que la putrefacción entrevenándose en su pene, uno, y en sus muslos, otra; que el mero hecho de levantarse, bajarse de la parte trasera de la camioneta, subirse a la cabina, encender el motor, y ponerse las gafas de sol por miedo a que se los tragara el cielo, les resultara más asqueroso que una huída oficial en toda regla, todo eso ya lo sabían antes de preguntarse los nombres, pero sin embargo les gustó tanto que decidieron olvidárselos, olvidarse, seguir sobreviviendo.

lunes, 20 de abril de 2009

No más mañanas...

Me he cansado de esperar. Huelga de amaneceres.
Este sofá va a ser Finlandia. Aquí nada va a oler a rocío.
Nada de afiladores, nada de butaneros con voz de Pavaroti.
Que no se atreva el olor del pan recién hecho a colarse por la ventana, que no lo quiero, que mato al panadero con una flor, lo juro.
Paso de anuncios de cuchillos super afilados, paso de Euronews, ni siquiera sin voz.
Paso del primer conductor de autobús, paso de su cara de sueño, de su voz de suicidio, de sus ganas de huir, de no despertar.

Ni galletas con leche, ni tostadas, nada de mermelada de ambrosía ni olor a sabanas pegadas, que no, que no, que no.

No más sonidos de negocios abriendo, no más persianas que brotan, chillan y patalean.

No más, no más, no más.

Todo se lo debo a mi madre poniendo vinilos de "Deep purple" los sabados de mañana. Todo se lo debo al sonido de la aspiradora multiplicando mis resacas en lugar de tragárselas. Todo se lo debo a Bola de Dragón y a Oliver y Benji!Cuantas horas de sueño se han llevado estos japoneses hijos de perra en sus bolsillos.

¿Por qué todo esta mierda? Pues porque me he cansado del vino, de despertar solo, de madrugar mal acompañado. Me he marchitado por no abrazarla a la mañana, por no besarla al Sol.

domingo, 12 de abril de 2009

Ciudad del ruído

Suena "The End" de "The Doors". Suena a "Apocalypse now", suena a quejido roto, a fustas sobre lomos de caballos negros, a hienas que maldicen sobre restos de margaritas pisoteadas, a días nublados sobre territorios infames depredados por la munición del cobarde y el pico del sucio y despiadado buitre. Suena a adiós, a fin de algo y a principio de nada.

Las ciudades de más de dos habitantes me dan pánico. Siempre fue así, siempre lo será. Y es que mañana es el día en que se acaba el mundo para nosotros tal y como lo conocemos hasta ahora. Mañana es el día en que se consuma la putrefacción de esta ciudad quebrada. Mañana se fundirán todos los vinilos del mundo, mañana se crearán mares negros de sonidos que se escaparán hacia el Sol por la ventana y la puerta de atrás . Mañana todas las voces de todas las canciones de todas las gramolas del mundo dirán "te quiero" en tiempos del pasado, preferentemente en pretérito imperfecto, primera persona del singular.

Mañana esta ciudad del ruído será al fin nuestra, nuestra hasta nunca porque con cada canción que se muera ya nos habremos ido para siempre, tú y yo, ambos dos, con nuestra música hacia otra puta y triste parte.